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LUIS FRANCISCO PÉREZ ESCREVE SOBRE ANTONIO LÓPEZ: Arte, estética e política

É com imenso prazer que aqui se publica e republica, depois de convite aceite pelo nosso amigo, o pequeno ensaio de Luis Francisco Pérez sobre a estranha tela “Emilio y Angelines” de Antonio López.
Luís Francisco Pérez é historiador de arte e crítico de cultura (arte e literatura) em Madrid. Publica desde os anos 80. Agora é assíduo no melhor espaço de reflexão online do país vizinho, a “SalonKritik”. Note-se que a brilhante análise de Luís Francisco é estética e política.
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ANTONIO LÓPEZ – “Emilio y Angelines”, 1965
Yo creo que esta obra de Antonio López, “Emilio y Angelines” (hasta el presente forma parte de una colección particular), pintada en el Tiempo que transcurre entre 1961 y 1965, es la obra más triste y deprimente del arte español del siglo XX.
Y no es que contemplemos únicamente una “buena pintura” (que lo es, sin duda. Es más: es una obra extraordinaria y muy poderosa), yo creo que es una pintura (¿cómo expresar lo que pretendo sin patinar demasiado?) que posee un doble valor: el estético/artístico y el político/social.
En la primera ecuación asistimos a la plasmación pictórica de los elementos propios y estructurales, pero sobre todo iniciales, que configurarán la obra futura de López. Quiero decir: los argumentos visuales (y “mediáticos”, convertido ya en un pintor famosísimo y carísimo) que su obra iluminará como rasgos distintivos y singulares de esa peculiar lectura que el artista manchego lleva a cabo tanto de los conceptos filosóficos de la “durée” de Henri Bergson, como de la “Fenomenología de la Percepción” de Merleau-Ponty (quizás Antonio López no haya leído a estos filósofos franceses, o sí, pero ello no impide a sus “intérpretes” que demos por bueno lo que, en puridad, se desconoce. En última instancia, entiendo la crítica o teoría del arte como un “llegar” allí dónde jamás hubiera sospechado el artista que pudiera llegar con su obra).
La segunda ecuación, la “política/social”, es, sin discusión, el auténtico caballo de batalla de esta obra admirable. Durante los años que López se dedica a crearla la literatura española (exceptuando “El Jarama”, de Ferlosio, y “Tiempo de Silencio”, de Martín Santos) está dominada por el realismo costumbrista, o filo comunista, de los escritores “perdedores” de la guerra civil: García Hortelano, Francisco Candel, López Salinas, Jesús López Pacheco, Antonio Ferres, Alfonso Grosso… El tiempo ha sido, bien lo sabemos, profundamente cruel con todos ellos. Pero, ciertamente, es bajo este sustrato, crítico/denunciador, donde López desea situar a la triste pareja (no menos triste y limitada que la España de los primeros años del desarrollismo) que conforman Emilio y Angelines. No estamos delante de el retrato de una pareja en sus primeros años de matrimonio. No. Estamos delante de una devastación de perspectivas: los salvajes y orilleros desmontes “donde la ciudad pierde su nombre” (“pero dicen que el Metro llegará pronto”, informa Emilio), la lamentable acumulación de bloques de pisos sin servicio público alguno (“menos mal que teníamos ahorrado para la entrada, que si no, y eso que aún no me he quedado embarazada…”, responde Angelines. “Ya llegará mujer, somos jóvenes y sanos”, conciliador Emilio – y es importante que reparemos en ese extraño collage pintado con el rostro de un bebé tan esperado, como idealizado y soñado).
La digna y mediocre compostura de la ropa que llevan (“Si es que las cosas ahora duran mucho con los nuevos tejidos, no es como antes…”, enuncia precavido Emilio)… y Alemania, siempre está presente Alemania. Allí se fueron a trabajar, comentan entre ellos, Antonio y Carmencita, José Antonio y Maruja, y también mi primo Enrique que se lo pensó mucho pero al final, claro, que iba a hacer el pobre aquí, sin trabajo ni nada.
Sí, es muy posible que “Emilio y Angelines” sea una de las obras más deprimentes del arte español del siglo XX. También una de las más calladamente admirables y combativas. Por su coraje, por su dignidad, por su denuncia, por su sufrida y silenciosa rabia. Por su no deseada “actualidad”, por descontado.
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ANTONIO LÓPEZ _ “Frigorífico”, 1966.
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ANTONIO LÓPEZ – “Mujer dormiendo”, 1964.